domingo, 10 de julio de 2016

FEMINISMO Y POLÍTICA

FEMINISMO Y POLÍTICA
Con las elecciones el 20 de diciembre, estamos en una época de cambio . Las cosas materiales requieren tiempo para cambiar, pero las formas simbólicas con las que vivimos y pensamos la realidad, pueden cambiar muy deprisa, y es a esto a lo que estamos asistiendo y en lo que estamos participando.
Las mujeres tenemos que ver con este cambio, tal vez más de lo que somos capaces de ver. Tenemos que ver con todo lo que afecta al cambio de las relaciones entre los sexos y a las formas de la vida familiar. Han cambiado o están cambiando las relaciones entre los sexos y entre las generaciones. Estoy pensando en especial en las relaciones entre madres e hijas que, aunque entreveradas con las peripecias de cualquier relación íntima, se están convirtiendo en una fuente de fuerza y de competencia femenina. La presencia de las mujeres está modificando también la vida pública y el mundo del trabajo. Pensemos en la universidad, poblada de mujeres jóvenes autónomas e inteligentes. Algunas características de los nuevos movimientos políticos –la red más que la organización, la primacía de las relaciones, el valor de las diferencias, la incomodidad para con los líderes y los representantes, derivan de formas y prácticas del movimiento político de las mujeres que se desarrolló hace treinta años y que en muchos países, sigue vivo.
Pero las mujeres no tenemos que ver con ello solo en positivo. En este momento, en las sociedades ricas del mundo occidental, las mujeres se benefician de una promoción social sin libertad. En consecuencia sucede, o puede suceder, que nuestra presencia se traduzca en un menos de libertad. Incluso el feminismo se puede convertir en un factor de no libertad para mujeres y hombres. Es una paradoja, porque el feminismo lo conocemos como movimiento de liberación, pero no sería nada nuevo en la historia humana. Por ejemplo, las mujeres tenemos que competir con los hombres en ámbitos como el trabajo o la política, una promoción social sin libertad, porque no da a las interesadas la posibilidad de inventar su modo original de estar en la vida pública: tenemos que estar de manera que resultemos mejores que nuestros colegas hombres, sin atender a nuestro malestar, sin darle valor a nuestra diferencia. 
Ante esta perspectiva, me inclino a preguntarme críticamente sobre la revolución feminista y a volverme positivamente hacia la política de las mujeres. No contrapongo la política de las mujeres al feminismo, la planteo como algo que el feminismo está llamado a descubrir y a valorar a la luz de la libertad femenina. Menos todavía propongo una vuelta a la sociedad patriarcal. Quiero,destacar la obra  hecha por mujeres para templar convivencia y libertad. Que es el sentido primario de la política. La convivencia cerrada de la competitividad, por una parte, y la defensa de los propios derechos, por otra, es insuficiente.

Jessica Castaño

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