Una reflexión sobre la forma de vestir de la mujer musulmana
Eran todas tan
distintas, unas tapadas por completo, otras solo la cabeza o el pelo, muchas
vestidas de esa forma que aquí llamamos normal. Vimos de todo. Y preguntamos,
preguntamos a Essam, nuestro guía en Egipto, que porqué. Aquel día me
sorprendió mucho la respuesta, ahora no tanto, después de mucho tiempo viendo,
leyendo, reflexionando.
Essam nos dijo que el dinero era la principal causa, sobre
todo entre las jóvenes. Nos dijo que las pobres, con un par de telas se
arreglaban, las que tenían más posibles, compraban ropa y ropa de todo tipo. A
veces pienso que nos lo dijo para quitarnos de en medio, pero creo que no, que
esa era también una razón aparte de muchas otras y una de ellas, la principal:
la libertad. Pero no la libertad mal entendida y viciada que estos días leemos
a las mentes rápidopensantes, esa que dice que son ellas las que libremente
escogen. ¿Es libre alguien que "escoge" tapar todo su cuerpo para no
incomodar a su comunidad?, ¿qué libertad es esa que pone sólo en las mujeres el
yugo de la decencia y la moralidad de su religión?
Yo no me lo creo. Yo creo que el fondo de la cuestión es que
hoy, 2016, las mujeres de muchos países, de muchas culturas, de muchas
religiones, no son libres. No pueden decidir. ¿Puede una mujer musulmana bañarse
en la playa? Sí, le dice su comunidad, pero hazlo completamente tapada. No, le
dice occidente, con la hipocresía y el cinismo de una supuesta ofensa por una
prenda de vestir, que alguien con mentalidad capitalista vio como un nicho de
negocio.
El problema no es el burkini, el problema es la ceguera de
una cultura patriarcal que impone sus prejuicios y sus vicios siempre sobre las
mismas. Igual de opresor es quien se ofende con el cuerpo de una mujer y la
obliga a taparse o a vestirse según equis estereotipo, como aquel que la obliga
a quitarse una prenda en un espacio público, argumentando lo que no tiene
explicación. El resultado es siempre el mismo: la humillación de las mujeres,
la negación de su cuerpo y de su libertad, pero esa libertad real, esa que nos
dice que las mujeres también somos personas y ciudadanas de libre derecho.
Mientras tanto, sigan mareando la perdiz y quedando en
superficialidades, que otras seguiremos gritando.
Blanca Esther Aranda Rilo